Cookies, widgets, mapa de sitio, bootstrap, etcétera: la terminología del desarrollo web es algo incomprensible para el público inexperto. En especial, las palabras front-end y back-end generan bastante confusión entre los recién llegados, pese a repetirse en cualquier foro, revista o curso online desarrollo web full stack.
Por desarrollo front-end se entiende todo cuanto el usuario ve y aquello con lo que interactúa en un sitio web, más específicamente la interfaz de usuario o UI (por sus siglas en inglés). Es el área más visible del diseño web y de aplicaciones e influye en su claridad, organización y atractivo estético.
El desarrollo back-end, por su parte, engloba la funcionalidad o la lógica interna del sistema, más o menos equivalente al motor interno de una aplicación o web. Utiliza bases de datos y servidores para procesar las acciones del usuario.
Aunque resumidas, estas descripciones establecen una primera diferencia: los elementos del front-end permanecen a la vista del usuario, mientras que los del back-end se desarrollan en un segundo plano o entre bambalinas. Por utilizar una analogía simple, el front-end de una pluma estilográfica se corresponde con el cuerpo, el capuchón y el plumín, mientras que el back-end sería el cartucho de tinta y el alimentador.
Otra diferencia sustancial son las herramientas y lenguajes de programación que emplean sus developers. Aquellos que trabajan el front-end utilizan en su día a día HTML, JavaScript y CSS, que sirven para estructurar, personalizar y dotar de interactividad a una web, resumidamente. Para lograr sus objetivos, los expertos en back-end se sirven de Java, PHP, Python, MySQL, MongoDB y otros recursos, herramientas y lenguajes de programación.
Respecto al lugar en que se ejecutan o interpretan, los elementos del front-end funcionan a través del navegador web, como Firefox o Chrome, mientras que los del back-end hacen lo propio gracias a servidores y bases de datos.