Desde hacía tiempo, él albergaba un deseo sencillo pero profundo: llevar a su madre a visitar Isla de Ons. No se trataba solo de un viaje, sino de una forma de agradecerle los años de dedicación silenciosa, de cuidados constantes y de historias compartidas a lo largo de su vida. Cada vez que hablaba de la isla, sus ojos se iluminaban con la misma emoción que una ventana abierta al Atlántico. Imaginaba a su madre caminando por los senderos de arena y roca, respirando el aire salino y observando el ir y venir del océano como si fueran viejos conocidos que vuelven a encontrarse.
La isla de Ons, con su mezcla de naturaleza salvaje y calma infinita, le parecía el escenario perfecto para ese reencuentro entre ambos y con la propia tierra. Él recordaba sus primeras visitas: los acantilados que caían abruptos al mar, la quietud de las playas resguardadas del viento y el sonido lejano de las gaviotas marcando el ritmo de las horas. Pero, sobre todo, recordaba la sensación de libertad que inundaba el cuerpo cuando el barco se acercaba al muelle, como si el tiempo se hiciera más lento y amable.
Pensaba en su madre sonriendo mientras el barco avanzaba, aferrada a la barandilla con esa mezcla de curiosidad y respeto por la fuerza del mar. Imaginaba cómo le contaría la historia del faro del Cabalo, de los antiguos habitantes de la isla y de las leyendas que aún parecen flotar entre sus senderos. Sabía que ella disfrutaría cada detalle: el olor de la comida recién hecha en las pequeñas tabernas del puerto, el tacto fresco de la brisa en la cara y el silencio que solo se interrumpe con el murmullo del océano.
Para él, aquel viaje sería más que una excursión. Sería una forma de devolverle un pedazo de la serenidad que ella le regaló tantas veces. Sería también la oportunidad de compartir un momento que quedaría grabado en la memoria de ambos, un pequeño tesoro construido a partir de una travesía corta pero cargada de significado.
Así, cada vez que pensaba en la isla de Ons, no veía solo un destino, sino un gesto de amor: la promesa de un día especial junto a su madre, un día marcado por la belleza del paisaje y la cercanía de quienes se quieren sin necesidad de palabras.