Siempre he creído que los muebles no son solo objetos, sino extensiones de quienes somos. En mi hogar, cada rincón cuenta una historia, y cuando decidí darle un toque único a mi espacio, supe que solo el mobiliario personalizado podía capturar mi visión. En A Coruña, donde la creatividad bulle en cada calle, desde el paseo marítimo hasta los talleres escondidos en el casco viejo, encontré inspiración para dar vida a mis ideas. Los muebles a medida en A Coruña se convirtieron en mi lienzo, permitiéndome colaborar con artesanos y diseñadores que transformaron mis sueños en piezas tangibles, funcionales y llenas de alma.
El proceso comenzó con una chispa: quería una estantería que no solo organizara mis libros, sino que fuera una escultura en sí misma. Me reuní con un carpintero local, un hombre de manos curtidas y mirada paciente, que escuchó mis ideas con atención. Hablamos de maderas, de formas, de cómo la luz del atardecer entraba en mi salón. Dibujamos bocetos en una libreta, ajustando curvas y ángulos hasta dar con un diseño que parecía flotar en la pared, con baldas de nogal y detalles de hierro forjado. Este intercambio, esta danza entre mi imaginación y su experiencia, fue el corazón del proceso creativo, un recordatorio de que los muebles a medida no solo se fabrican, sino que se sienten.
La elección de materiales es otro capítulo que me apasiona. En A Coruña, donde el respeto por lo local es casi una filosofía, opté por maderas sostenibles, como el castaño, que aporta calidez y durabilidad. Para un escritorio que diseñé para mi estudio, combinamos una superficie pulida con patas de acero reciclado, un guiño a la estética industrial que tanto me atrae. El diseñador me mostró cómo cada veta de la madera cuenta una historia, y trabajar con materiales vivos hace que cada pieza sea irrepetible. Este enfoque, que prioriza la calidad y la exclusividad, es lo que distingue al mobiliario personalizado de las producciones en masa.
La funcionalidad, por supuesto, es tan importante como la belleza. Mi cocina, un espacio estrecho típico de los pisos coruñeses, pedía una solución ingeniosa. Encargué una mesa extensible que se pliega contra la pared cuando no la uso, liberando espacio para moverme con libertad. El proceso de creación fue casi mágico: desde los primeros planos en 3D hasta las pruebas de mecanismos, cada paso estaba pensado para que la pieza se adaptara a mi vida. Los artesanos ajustaron cada detalle, asegurándose de que la mesa no solo fuera práctica, sino que encajara con el estilo moderno y desenfadado de mi hogar.
Lo que más valoro de este viaje es cómo el mobiliario a medida captura mi personalidad. Una lámpara de pie, diseñada para mi rincón de lectura, incorpora una base de cerámica pintada a mano, inspirada en los azulejos del Parrote. Cada vez que la enciendo, siento que ilumina no solo la habitación, sino una parte de mí. Este nivel de personalización, esta capacidad de convertir un objeto cotidiano en una obra única, es lo que hace que trabajar con diseñadores locales sea tan especial.
Mis piezas favoritas, desde la estantería hasta la mesa, no son solo muebles; son capítulos de mi vida, creados con cuidado y pasión. En A Coruña, donde la creatividad y la artesanía se entrelazan, he aprendido que un hogar no se llena con cosas, sino con historias que respiran en cada rincón, diseñadas para acompañarme en cada momento.