La inactividad, la falta de apetito y otras alteraciones en el comportamiento felino no deberían ser tomadas a la ligera. Estos síntomas enmascaran a menudo un amplio espectro de patologías. Conocer los más usuales y prestarles atención es uno de los mejores consejos para el bienestar de tu gato.
Aunque tengan bien ganada su fama de dormilones, los felinos permanecen de doce a catorce horas en reposo. Un letargo mayor debe interpretarse como una señal de alerta, resultado de infecciones intestinales, déficits de proteínas, dolencias cardíacas, etcétera.
Que el tercer párpado sea visible en los periodos de descanso indica problemas. Esta membrana cubre parcialmente el globo ocular y rara vez puede apreciarse, salvo en momentos de estrés, enfermedad o abscesos.
La pérdida de brillo, fuerza y densidad en el pelaje del gato es otra mala señal. La ansiedad, una dieta desequilibrada, la dermatitis, los parásitos o una intoxicación alimentaria son causas que pueden subyacer a este síntoma, que en ocasiones se presenta junto con una menor frecuencia en el ‘ritual’ de limpieza.
El malestar físico también hace mella en los hábitos alimentarios de los felinos. De ahí que el rechazo de la comida habitual o una ingesta decreciente sea otra señal de alarma que el gato manifiesta cuando sufre alguna dolencia. No obstante, un aumento inusual del apetito es igualmente negativo, generalmente, pues enfermedades como la diabetes pueden estar detrás.
Por otra parte, la presencia de heces fuera del arenero está relacionado con numerosas dolencias. En caso de no identificar la causa, debe acudirse al veterinario con la mayor brevedad. Solo un chequeo precoz puede identificar a tiempo ciertas afecciones.
La sialorrea, o salivación en exceso, es otra irregularidad que normalmente apunta a obstrucciones respiratorias, gingivitis, intoxicaciones, enfermedades hepáticas o disfunciones en el esófago, la garganta, el hígado u otros órganos.