A finales de los años setenta o principios de los 80 las islas Cíes se pusieron de moda como un lugar al que acudir a practicar la acampada libre y disfrutar de la naturaleza. Pero también como un espacio lejos de todo para poder acampar y hacer fiestas durante días y días. Era un lugar en el que la gente sentía que podía estar a su aire porque prácticamente no había nadie viviendo en la isla. Pero esta forma de actuar pronto comenzó a tener consecuencias, la primera de ellas la acumulación de basuras.
No todos los visitantes de la isla tenían un comportamiento cívico propio de los amantes de la naturaleza y la basura comenzó a aparecer por todos los lados poniendo en riesgo la belleza de un paisaje único, pero también a los animales que habitaban allí. Todo esto coincidió en una época, la de finales de los ochenta, en la que se despierta una conciencia por la preservación del paisaje, como parte del patrimonio de un país. Las autoridades comienzan a tomar medidas y se van instaurando normas islas atlánticas de galicia que se convierten en un espacio protegido.
Se llevan a cabo importantes campañas de limpieza y se limita el número de visitantes en la temporada alta, cuando podía haber un exceso de gente atraída por la belleza de las islas. Durante todo el año, se prohíbe la acampada libre y solo es posible pernoctar en Cíes durante el verano en el camping habilitado al respecto. También se ponen restricciones para poder acudir a la isla en embarcaciones privadas, debiendo de solicitar los debidos permisos.
Todas estas medidas han hecho que las Cíes no solo sean ahora las mismas de los años ochenta, sino que sean mucho mejores. No se ha construido, se ha mantenido el paisaje y la belleza natural de sus playas, pero también se ha logrado que todo esté más limpio y se han señalizado las rutas de senderismo para que la gente pueda realizarlas con mayor comodidad.
En definitiva, los gallegos se han vuelto conscientes de la riqueza de este espacio y están decididos a que se conserve así de bonito y rico en naturaleza y fauna para poder legarlo a las siguientes generaciones y que estas puedan, a su vez, seguir disfrutando de un lugar que enamora a todos los que acuden a visitarlo.